El estanco de Santa Catalina del Monte
En nuestra serie «La gente que ha hecho historia en nuestro pueblo», hoy destacamos a Santi y Paco, los dueños del Estanco de la avenida del Verdolay. Este negocio, con 110 años de vida, es el establecimiento más antiguo de Santo Ángel que sigue abierto, un verdadero testimonio de perseverancia e historia viva de nuestra comunidad.
El Estanco
Aunque dejó de ser un estanco de tabaco hace unos 45 años, sigue siendo conocido popularmente por ese nombre, lo que facilita su reconocimiento. Santi recuerda lo engorroso y costoso que era comprar tabaco entonces, lo que llevó a la familia a dejar ese negocio.
Una vida ligada al estanco: recuerdos y transformaciones
Santi ha vivido toda su vida en el Estanco. El establecimiento, heredado por su padre, un hombre de Algezares casado con una mujer de La Alberca, se convirtió en el hogar familiar en 1945 con la llegada de la madre de Santi. Antes de ella, una tía y una prima ya residían allí.
El Chamite
Santi recuerda la costumbre de esparcir «polvos coloraos» en el suelo de tierra para limpiarlo, siendo la habitación de sus padres la única enlosada. Ella y sus hermanas dormían en el chamite*, un espacio en la planta superior.
En este punto se encontraba la entrada principal
Casi inalterada
El inmueble ha conservado gran parte de su carácter original. La actual ubicación de la máquina de fiambre era donde antes estaba la habitación de los padres de Santi, y la ventana (1), Al lado de donde realizamos la entrevista, era la entrada principal. Al fondo, se encontraba una cocina de leña con suelo de tierra. Aunque el piso superior ha sido reformado y se han hecho algunos arreglos en la planta baja, los muros de carga se han mantenido, preservando la esencia del edificio.
La foto indica la ubicación del coral de cabras
Un corral de cabras
Paco añade que donde hoy están las cocheras (2), antes había un patio donde vivían Pedro y la tía Josefa con sus cabras. Santi recuerda a su madre enviándola a pedir un vaso de leche fresca, la cual bebía al instante, destacando la sensación «calentica» que le dejaba en la boca.
La puerta de entrada actual del Estanco
Una tabernica
«Era más bien una tabernica», recuerda Santi, indicando que en sus inicios no vendían fruta ni verdura. Era un lugar de encuentro donde se jugaba a las cartas y al dominó, hasta que los hogares de la tercera edad atrajeron a los jugadores. La oferta incluía vino, caña de algarroba y otras bebidas como mistela con anís y paloma fuerte**. Santi también recuerda que su madre vendía carbón, leña y cisco***, y que un marchante, Don Ángel Cruz les llevaba La Casera a caballo.
Negocio y transporte familiar
Durante la conversación, quedó patente que las mujeres fueron las verdaderas encargadas del Estanco. Santi, la narradora principal, teje la historia con sus recuerdos, mientras Paco aporta puntualizaciones.
Los hombres de la familia, aunque colaboraban, se dedicaban principalmente al transporte. El abuelo de Santi, con sus tartanas, llevaba y traía gente a Murcia antes de la existencia de los autobuses. El padre de Santi trabajó como cobrador de autobús y, en verano, realizaba mudanzas para los «señoritos» cuyas casas en el Verdolay no estaban amuebladas. Paco, el marido de Santi, continuó esta tradición familiar siendo taxista y trabajando también con el autobús hasta su jubilación.
El pintor argentino Javier Gómez Quintana, afincado en El Verdolay, es el autor de este cuadro que representa el Estanco.
El Verdolay: un retrato del pasado
Santi describe un Verdolay muy diferente al actual: “solo había 6 o 7 chalets, la calle del Cuartel y poco más». Los clientes del estanco eran los caseros de esos chalets y, en verano, los «señoritos» de Murcia.
La rutina veraniega de las familias de Murcia implicaba pasar una temporada en la playa y luego en el Verdolay antes de regresar a Murcia. Sin embargo, no todos seguían este patrón; algunos venían en junio y se quedaban hasta octubre, un contraste con la actualidad donde la gente vive allí todo el año y va a la playa en verano.
Hojas de una cartilla de racionamiento**** con productos y precios en pesetas (1943)
Los trabajadores de las fincas de Monteliso también eran asiduos al Estanco. Después de labrar con tractores, pasaban a beber varios litros de vino, acompañados de avellanas tostadas o lo que hubiese, y jugaban al dominó hasta la madrugada.
Un pasado singular: enfermedad y educación
Santi recuerda que, frente al Estanco, en lo que hoy son las calles Malecón y Santiago, vivían «los enfermos de tuberculosis» que llegaban de Murcia, creyendo que el monte los curaría. Su madre les advertía: «¡Tápate la boca cuando pases por ahí!», una muestra del temor de la época.
Fotografía de Villa Pilar en 1944
Villa Pilar
Cualquier conversación sobre la historia de nuestro pueblo, debe incluir a Villa Pilar. Villa Pilar fue un colegio clave en la posguerra al que asistió Santi y muchos niños más. Ella recuerda la aula de costura a la izquierda del mirador y una clase a la derecha. Sus propios hijos también estudiaron allí, a pesar de la apertura posterior del colegio público en Santo Ángel.
La iglesia de Santo Ángel y la fuerza de la comunidad
A los 15 años, la vida de Santi dio un giro: tuvo que dejar sus estudios de corte y confección porque su madre enfermó de cáncer, asumiendo así la responsabilidad del Estanco. Fue en esa época cuando comenzó la creación de la parroquia y la construcción de la iglesia de nuestro pueblo. Los vecinos contribuían con mil pesetas mensuales para financiar el proyecto.
El fallecimiento de su madre en el Estanco, pocos años después, fue un hito. El velatorio se realizó en casa, como era costumbre. Santi subraya: «Mi madre fue el primer entierro en Santo Ángel como parroquia», un acontecimiento ocurrido el 5 de febrero, poco después de que la parroquia iniciara sus funciones en enero.
Capilla de Santo Ángel recién construido
Unión y despedidas de antaño
«¡Hay que ver cómo cambia la vida!», exclama Santi con nostalgia. Su madre fue llevada a hombros desde el Estanco por el Charco hasta la iglesia, seguida de una inmensa cola de gente que se extendía hasta la casa. Este contraste con la actualidad («Ahora ves a media docena y decimos: ‘¡Vaya cuánta gente hay!'») se explica por el tamaño de las familias de entonces (nueve hermanos la de su madre, ocho la de su padre), lo que evidenciaba la unión de los vecinos. Paco añade que, antes, los muertos se velaban toda la noche en la entrada de casa, a diferencia de los tanatorios actuales que cierran a las 21:00.
El agua y la vida cotidiana
Al hablar con los vecinos, cada uno añade una pieza al puzle de la historia local. En esta ocasión, se destaca el Convento de Santa Catalina del Monte y la mina de agua. Santi recuerda el relato de su madre sobre la Guerra Civil, cuando el convento fue quemado y su abuelo ofreció cobijo a los frailes, cerrando ventanas y puertas para su seguridad.
La estrecha relación con los Franciscanos
Cuando el convento fue restaurado, Santi tenía unos siete años. Había entonces muchos frailes, a diferencia de hoy, ya que la mayoría se trasladó a Valencia. La relación con los Franciscanos era estrecha: Santi y su marido se casaron en el convento, y sus hijos hicieron allí la comunión, además de que los frailes solían comprar productos en el Estanco.
Vista de la fachada del convento de Santa Catalina del Monte 1940
El agua llegaba al barrio del Carmen
Tras el fallecimiento de la madre de Santi, se instaló un grifo del sistema hidráulico de Santa Catalina del Monte en el patio del Estanco. El agua, que venía «por los caños», rellenaba las balsas y llegaba por tuberías hasta el barrio del Carmen en Murcia. Paco recuerda que, en el Carmen, antes de «el Rollo», la gente iba con cántaros a una casa vieja para recoger agua, similar a lo que ocurría en Santo Ángel.
La fuente de la Plaza del Charco
En nuestro pueblo, la casa al principio de la avenida Verdolay, que fue la guardería “el charco”, fue antes el hogar de doña Sacramento, una mujer «algo corpulenta» que vendía libretas y otros artículos. Junto a su casa, el grifo de la fuente recibía agua de Santa Catalina, y el agua de la Plaza de la Fuente en La Alberca también llegaba a través de las cañas de la misma mina.
Foto del molinete del Convento de Santa Catalina del Monte, visto desde la calle del Pino
Los molinetes
Además del agua de la mina, las familias dependían de pozos cada vez más profundos. Para extraer el agua, se usaban molinetes que funcionaban con el aire. «Si había aire había agua, si no, no», explica Paco. Aunque no funcionan, todavía quedan algunos molinetes en pie, como el del convento de Santa Catalina.
Antes, los cortes eran habituales
Santi recuerda que, cuando los motores de las bombas de la mina fallaban, la gente sacaba el agua de las balsas. El reciente apagón eléctrico del 28 de abril de 2025 llevó a sus nietos a preguntar: «Abuela, ¿qué vamos a hacer?». Santi les respondió con la sabiduría de antaño: «Mientras podamos, con la luz del sol; y cuando no, a dormir como todo el mundo antiguamente». Antes, estos cortes eran habituales «cada dos por tres» porque los cables eran “muy finicos”.
Imagen actual del Estanco (2025) en la Avenida del Verdolay en Santo Ángel
De piscina en piscina
Las balsas tenían una doble función: almacenar agua para las fincas y servir de piscina en verano. Santi y los vecinos aprovechaban para ir «de piscina en piscina» en verano, de donde conocían a los caseros o eran familiares de ellos. «Si no estaban los señoritos, ¡había que aprovechar!», comenta Santi con picardía.
Desafíos actuales y un legado para el futuro
La apertura de Mercadona ha afectado drásticamente las ventas del Estanco, que ahora solo cubren los crecientes gastos. La ventaja de ser dueños del local les evita la carga de un alquiler que complicaría la situación, sumado a los mayores impuestos y tarifas de agua y luz que pagan como negocio. Paco lamenta que, a diferencia de antes cuando iban a Mercamurcia diariamente para comprar producto, ahora las ventas no son «como antes».
Una vista del mostrador del Estanco tal como está ahora
Paco comenta también que en La Alberca «tiendas como la nuestra están desapareciendo» porque no pueden competir con las grandes empresas e Internet. Además, «la gente se jubila y los hijos no quieren seguir con este tipo de negocios».
“La vida pasa ligera”
Hemos llegado al final de nuestra conversación con Santi y Paco, con la mente llena de valiosa información. Su relato nos ha permitido aprender mucho sobre nuestro pasado. Aún quedan innumerables historias y anécdotas por redactar, desde personajes de antaño hasta costumbres típicas de la zona, a las que haremos referencia en futuros artículos.
Queremos expresar nuestro más sincero agradecimiento a Paco y Santi por compartir una parte tan esencial de nuestra historia. Con su memoria, forjamos un legado imperecedero para las futuras generaciones, asegurando que nuestro valioso patrimonio jamás se pierda.
Capturamos esta imagen durante la entrevista con Paco y Santi
¡Mantengamos viva la tienda más antigua de Santo Ángel!
Finalmente, hacemos una petición a todos los vecinos de Santo Ángel: mientras El Estanco siga abriendo sus puertas, aunque sea esporádicamente, os animamos a comprar productos en la tienda más antigua de nuestro pueblo. ¡Tu apoyo es vital para mantener viva esta parte de nuestra historia!
* El chamite se refiere a un espacio o habitación que, generalmente, se encuentra en la parte más alta de una casa, a menudo bajo el tejado, y que suele ser de dimensiones reducidas o tener el techo abuhardillado.
** En el contexto de un estanco y las bebidas que se vendían antiguamente en la Región de Murcia, una «Paloma Fuerte» se refería a una bebida que tenía como base Anís Paloma o Cazalla (un tipo de anís seco de alta graduación) mezclado con otros ingredientes, haciéndola «fuerte» en cuanto a su contenido de alcohol.
*** El cisco de carbón, o también llamado carbonilla o grancilla, es un tipo de carbón vegetal menudo utilizado para alimentar braseros y copas de cisco, proporcionando un calor constante y agradable. Se suele fabricar a partir de ramas delgadas de árboles o arbustos, o incluso machacando el carbón más grueso. El cisco se utilizaba frecuentemente para cubrir las brasas al terminar el día, preservando así su calor hasta la mañana siguiente.
**** Las cartillas de racionamiento son documentos emitidos por el gobierno que permiten a los ciudadanos adquirir bienes esenciales, como alimentos, en periodos de escasez. Esto ocurre comúnmente durante guerras o emergencias, como sucedió en la posguerra española. Estas cartillas aseguran un acceso equitativo a productos básicos como pan, leche, carne o patatas, registrando que los miembros de cada familia reciban su parte.
Más información:
Historia de la parroquia de Santo Ángel
El convento de los Franciscanos
El sistema hidráulico de Santa Catalina del Monte
Fotografías:
Jerome van Passel
Los Franciscanos
La parroquia de Santo Ángel
Villa Pilar
Cuadro:
Javier Gómez Quintana