La música que se fue
En este artículo, Ginés Miñano Sarabia y Patricio Egea García nos acercan a la historia de las cuadrillas en nuestro pueblo de Santo Ángel bajo el título «La música que se fue». Nos hablan de nuestro pasado musical en el medio rural, del uso de la música como parte de nuestro estilo de vida tradicional de la huerta de Murcia, de sus influencias y sus declives.
La palabra cuadrilla podría ser definida como «una agrupación humana para el desempeño de un fin concreto pudiendo ser este, de distinto orden». A lo largo de la historia ha sido y sigue siendo común que las personas nos agrupemos para el desempeño de diversas empresas. Dentro del ámbito laboral, las cuadrillas de albañiles, segadores, recolectores, etc., han sido términos que nos han sonado familiares.
Grupos para el ritual festivo
El sentido en que nosotros nos referimos a este término es también el de la agrupación de personas con la finalidad de desarrollar una tarea específica, pero no dentro de la parcela laboral. Nos estamos refiriendo al término que describe a la agrupación de música de una localidad y que lleva a cabo el desempeño de funciones concretas, sin ser estas de carácter profesional, como bien describe Manuel Luna («Grupos para el ritual festivo”, págs. 205-209, edición 1987) y a cuya clasificación nos atenemos. Estas cuadrillas podían ser:
Cuadrillas de Hermandades. Grupos pertenecientes a la Hermandad y cuyos miembros son participantes de las actividades de esta. Dentro de este apartado se distinguen: Cuadrilla de Ánimas o «Animeros» y Auroros o Cantores de la Aurora.
Cuadrillas de Rito Mixto. Estas agrupaciones mantienen las tradiciones musicales propias de las Cuadrillas de Ánimas y también de los Cantores de la Aurora. Por lo tanto, al funcionar como única agrupación en la localidad, son a su vez las intérpretes de músicas para el baile.
Cuadrillas de Pascuas. En estos grupos, la relación con la Iglesia es puntual y por motivos muy concretos.
Estas agrupaciones, en sus diferentes formas y estructuras, han sido durante años las portadoras y transmisoras de todos aquellos rituales que, aun llegando a ser de carácter mayoritariamente laico, tuvieron un marcado origen religioso. En ellas destaca, prioritariamente, su carácter festivo. Dentro de este apartado, este autor las subdivide en Cuadrillas de Rito Mixto y Cuadrillas de Pascua. Las primeras, asumirían los ritos de los auroros, mientras que en las de Pascua, no se daría este hecho.
Cuadrillas de Rito Cambiado. La principal característica de este tipo de cuadrillas es que el ritual no corresponde con la advocación propia de la cuadrilla. La actividad de estas agrupaciones, aun pudiendo perdurar durante todo el año, se circunscribía básicamente al ciclo navideño, cuya duración podía ser oscilante dependiendo de la localidad y las prácticas de esta. Entre el 8 de diciembre y San Antón, serían las fechas de actividad predominantes, amén de formar parte de algún baile que se organizara a lo largo del año.
Durante este ciclo navideño, las misas de gozo, carreras de aguilandos o bailes de pujas o inocentes, serían los actos fundamentales en que las diferentes cuadrillas aportarían su representatividad.
Ambiente rural y costumbres tradicionales
Geográficamente, hemos de enmarcar el desarrollo de las cuadrillas dentro de zonas predominantemente campesinas. Es dentro de estas localidades de carácter rural donde estas se heredan y transmiten sus rituales, dentro de un marco favorable en cuanto a medios de vida y relaciones personales se refiere.
De izq. a dcha. Juan Barceló Zapata «El Viruta», Melchor López Ruíz y Francisco Martínez Ruiz el «Tío Pepalo». Fotos cedidas por Lines Barceló, Fina Fernández Vera y Santi Martínez.
Sin embargo, no siempre se mantendrá intacto ese ambiente rural y de vida y costumbres tradicionales, que favorecía la actividad de estos grupos. El desarrollo social de los años sesenta y siguientes produjo un cambio, no solo en las estructuras económicas de los lugares afectados, con disminución de la población rural debido a las emigraciones, sino que también hizo paulatinamente cambiar el concepto de diversión y de comunicación personal, debido a los avances de los medios de comunicación y al papel «sustitutivo» que en muchas ocasiones desempeñarían estos avances técnicos, con relación a las cuadrillas.
La disminución de estas asociaciones fue considerable y, en los años setenta, solo unas pocas perduraban dentro del marco social aún campesino, pero con los cambios antes mencionados ya incorporados.
Vínculo de relación dentro de comunidades
Sólo a partir de los años ochenta, debido a un cambio en las instituciones en cuanto al tratamiento de estas manifestaciones y al trabajo de investigadores como el anteriormente citado, se logró una reactivación de estos colectivos, siendo fundamental la organización de encuentros entre este tipo de agrupaciones o cuadrillas.
Esas cuadrillas y estas músicas, además de servir como vínculo de relación dentro de las diferentes comunidades, han acompañado los momentos más significativos de la vida de sus habitantes. Han estado presentes en romerías, rogativas, bodas, bailes, misas, etc. Han ambientado tanto momentos paganos como religiosos y han sido los perennes testigos de la vida de la comunidad.
Música para el baile
Los repertorios de estos colectivos solían ser amplios y dependían, como ya hemos visto, de los diferentes tipos de cuadrillas y, por lo tanto, de sus consiguientes ritos y advocaciones. Dejando ahora a un lado el resto de música ejecutable por estas agrupaciones, nos vamos a centrar en la música para el baile. También en los distintos ritmos y melodías que animaron tantos y tantos bailes y que aún lo siguen haciendo con mucha profusión en algunas partes de nuestra Región, aunque ya no alcance las significaciones que llegó a tener en su momento. En cualquier caso, nuestra Comunidad es, sin duda, una privilegiada en este sentido.
La música para el baile suelto (en contraposición a los bailes agarraos que mencionaremos con posterioridad), se componía principalmente del siguiente repertorio:
Fandangos y Malagueñas, en sus diferentes modalidades según estilos o zonas geográficas. Así, tenemos: fandangos de lenta ejecución; malagueñas en sus diferentes toques y estilos; murcianas, «granaínas»… pudiendo encontrar dentro de cada uno de los estilos diferentes formas de tocar según el primer acorde de la guitarra. Así, por ejemplo, tendríamos las denominadas Malagueña de Arriba (Mi Mayor), Cifra (Si), etc.
Seguidillas, dentro de cuya denominación se encuentras las popularizadas parrandas o parditas, manchegas, poblatas, etc. Y, al igual que el fandango o la malagueña, se suelen interpretar en la guitarra por acordes que acabarán denominando a la pieza.
Jotas, una de las músicas para el baile más popularizado en el territorio nacional, y que también en nuestra Región ha tenido una extendida práctica. Interpretadas a la guitarra principalmente por «La» o «Re».
Influencias foráneas procedentes de Centroeuropa
A finales del siglo XIX y principios del XX se producen dentro de nuestra música tradicional unas influencias foráneas que, procedentes de Centroeuropa, penetran en nuestro país y se extenderán al igual que ocurrió en el resto de los países. El proceso de introducción no es inmediato y su asimilación se hará, en una primera instancia, en los grandes núcleos de población más proclives a las influencias foráneas para, en una fase posterior, introducirse en núcleos más pequeños e imitadores con frecuencia de ciertos modos y costumbres «capitalinas».
De píe, de izda. a dcha. Antonio López Martínez, Salvador López Martínez, Paco «El Bueno», Bias González, Antonio Marmol, Melchor López Ruiz. Agachados de izda. a dcha. Paco Meseguer Martínez y José Pérez. Fotografía cedida por Blas González.
Portadoras de la música
Las cuadrillas, como portadoras de la música en las zonas donde se hallaban, incorporan a sus repertorios las nuevas melodías que llegaban de fuera y que se iban haciendo cada vez más populares. Sin embargo, pronto aparecieron actitudes conservadoras que, en defensa de las tradiciones, atacaron las nuevas tendencias. Podemos enmarcar estos comportamientos dentro de un movimiento romántico que, durante este período, ensalza lo tradicional frente a lo nuevo. Este tipo de innovaciones pueden ser un peligro para las costumbres, incluso la mora. A nivel nacional, se suceden publicaciones que van en este sentido y que incluso se dejan sentir en nuestra propia Región.
Martínez Tornel, escribe en 1903:
«Los bailes populares, clásicos, de nuestra huerta murciana, se van perdiendo y olvidando (…) se valsa y se polka … es decir, que también han penetrado, en sitios donde no se bailaban más que parrandiquias, el baile de agarraos, como le llamaron nuestros padres al maldecirlo y abominarlo» (Diario de Murcia, El Liberal, 3 de septiembre de 1903).
Múltiples críticas
Sin embargo, y pese a las múltiples críticas que denostaban lo nuevo en pro de lo tradicional, estos bailes acabaron imponiéndose, y su música sonaría en la mayoría de los bailes populares también dentro y fuera de nuestra Región.
Actuación en el Ventorrillo «El Gallego» (Arriba, izda. a dcha. Joaquín de Abellán, Francisco Abellán y Emilio de López, Agachados, de izda. a dcha., el Tío Pepe «El Listo», Teodoro Bernal Nicolás «El Pajuchas», José González Vázquez «El Trompetines» y el niño es Carmelo Gallego). Fotografía cedida por Peña huertana «El Almirez». Actuación en el Santuario de La Esperanza en Calasparra (de izda. a dcha., Bias González, Antonio Meseguer; Paco «El Bueno» y Jesús López).
El declive de la actividad
Sería a partir de los años cincuenta cuando comienza el declive de la actividad de estos músicos, coincidiendo -como decíamos al principio- con los cambios en la forma de relacionarse las personas y las costumbres en cuanto a la diversión se refiere. Y ello debido, entre otros factores, a la influencia de los avances tecnológicos. Enmarcaríamos pues, la parcela de la que tenemos constancia y testimonios, en la denominada posguerra, sin menoscabo de las actividades que de forma espontánea y menos frecuente se pudieran dar durante años posteriores.
En el Ventorrillo del Tío «Pepe el Lento» (De pie, Joaquín AbelIán y Pepe «El Lento». Agachados, Agustín Barceló Celdrán, Jesús López, Lines Barceló, Mari Carmen Larrosa. Detrás, Ascensión y Brígida Zapata). Fotografía cedida por Fina López Moñino – 2 de abril de 1951 Tocando sobre la bicicleta (Jesús López Laencina).
Bailes «agarraos»
El repertorio de esta cuadrilla se correspondía, en su mayor parte, más con la música para bailes «agarraos» que con los sueltos, ya en desuso por esta zona del territorio murciano. Serían fox-trot, mazurcas, pasodobles, vals, etc. Bailes que, como ya hemos explicado, aun proviniendo en su mayoría de Centroeuropa, calaron como propios en todos los rincones de la geografía nacional, llegando como así fue, hasta las zonas más rurales.
Su actividad, como hemos dicho, era fundamentalmente en bailes particulares, pero no se reducía exclusivamente a ello. Por ejemplo, las romerías de San Antón, que se realizaban y se siguen realizando en el Eremitorio de La Luz, serenatas y la ya mencionada relación con actividades religiosas, como misas en Villa Pilar, Misas de Gozo, de Gallo, etc.
El aspecto festivo era fundamental
Se cumplía así la doble función que las cuadrillas realizaban en sus diferentes modalidades. Por una parte, su fidelidad al ritual religioso, cumpliendo con todas aquellas tareas relacionadas con el culto para cuya realización era requerida su presencia (incluyendo su participación en centros benéficos como La Misericordia). Por otra, como ya hemos mencionado, la función lúdica y festiva que suponía parte esencial de la vida de estas formaciones.
En la música, y no solo en la que en estos momentos nos ocupa, el aspecto festivo era fundamental. Se tocaba para divertimento y esta faceta ocupaba y motivaba tanto a los componentes directos de la cuadrilla, a los músicos propiamente dichos, como al resto de participantes que, aunque no de forma directa, eran también protagonistas de esa actividad. Es difícil imaginar cualquier acto festivo sin el complemento básico que suponía el «acompañamiento».
Tocando sobre el carro – 1953 (Jesús López Laencina y Agustín Barceló Celdrán, entre otros)
Eran frecuentes los bailes en casas particulares, como los que se solían realizar en la casa de la Tía Carmen «La Perucha», madre de «El Trompetines» y de Blas González, testigo de dichas fiestas. Del mismo modo, dichos encuentros festivos tenían lugar también en los ventorrillos públicos tales como el del «Pepe el Lento», o el Ventorrillo de Gallego; lugares que ya solo figuran en la memoria de muchos de nosotros.
Memoria colectiva
Tal vez no todas las personas de las que hacemos aquí constancia estén en la memoria colectiva actual, pero seguramente sí en gran parte de aquellas que aún recuerden a estos músicos, o estos festeros, que alegraron con sus ritmos muchos momentos pasados. También es posible que, entre todas las personas a las que queremos recordar y así recuperar de nuestra memoria, haya quedado alguna en el tintero, y desde luego, no por ser este el lugar en donde debieran estar.
13 de septiembre de 1950. Entre estos músicos se encuentra Jesús López Laencina. Fotografía cedida por Fina López Moñino.
Queremos hacer una mención, puesto que pensamos que se le es debido, a personas como:
José González Vázquez «El Trompetines»
Antonio Meseguer Martínez
Blas González Vázquez
Francisco Sánchez Gil, Paco «El Bueno»
Salvador López Martínez «El Cantores»
Juan Barceló Zapata «El Viruta»
Joaquín Abellán
Jesús López Laencina
Antonio López Martínez
Melchor López Sánchez
Francisco López Martínez «El Bomba»
Emilio López
Pepe «El Listo»
Teodoro Bernal Nicolás «El Pajuchas»
Francisco Martínez Ruiz «El Pepalo»
Francisco Meseguer Martínez
Melchor López Ruiz
Baltasar López Ruiz
Tanto sus nombres, sus fotos y, en su caso, su recuerdo en nuestra memoria, deben de ser un homenaje a personas que hicieron de la música de su momento una de las formas de comunicación más importantes entre ellos y, además, de servir de apoyo en los actos institucionales y religiosos en que se requería, disfrutaron de ella, que es en definitiva el objetivo último de ésta.
Vaya nuestro reconocimiento a todos ellos, tanto a los que aún están entre nosotros como a los que ya no se encuentran presentes. Y estos últimos, con más motivo, porque queremos volver a «tenerlos» entre nosotros.
Ginés Miñano Sarabia
Patricio Egea García
Fotografía de portada: Músicos en el Puente Viejo en Murcia, año 1953 (Arriba, Francisco Aliaga López, Baltasar López Ruiz. Abajo, Melchor López Caravaca, Gabriel «El Machaco», Juan Castillo Aliaga y Jesús López Laencina).
Este artículo forma parte del libro «Memorias de La Alberca», tomo III. Publicado el 9 de octubre de 2004